La enfermedad de Alzheimer es la causa más común de demencia (aunque no es a única) y afecta múltiples áreas de la vida de las personas que la padecen, por lo que su tratamiento requiere un abordaje interdisciplinario.
Esta enfermedad produce un deterioro de funciones cerebrales con impacto principalmente en la memoria de la persona afectada. En algunos casos también se observan cambios de la conducta y del ánimo.
En la enfermedad de Alzheimer hay un funcionamiento menos eficiente de las neuronas del hipocampo (área cerebral implicada en la memoria), que luego se extiende también a otras áreas del cerebro. También se sabe que puede ocurrir muerte neuronal en algunas regiones específicas, lo que hace que el cerebro se encoja o atrofie en el curso de la enfermedad, afectando funciones cerebrales como pueden ser el lenguaje, el pensamiento, la toma de decisiones, la atención, etc.
Si bien esta enfermedad no tiene una cura, en la actualidad existen muchos tratamientos, tanto farmacológicos, como no farmacológicos, que han demostrado ser muy útiles. Estos tratamientos sirven para manejar los síntomas conductuales, frenar la evolución de la enfermedad y aumentar la calidad de vida de la persona que padece, y la de familiares o allegados.
Cuanto antes se actúe para poner en práctica estas terapias, mejor será el pronóstico de la persona con esta enfermedad. Sin embargo, se debe tener en cuenta que, en estadios tempranos, la persona suele tener muy pocos síntomas y logra mantener su autonomía, requiriendo ayuda solo en las cuestiones más complejas.
En general, las personas que padecen esta enfermedad no siempre reconocen los síntomas de lo que les está pasando. Es por esto que resulta muy importante acudir al médico si uno sospecha que alguien puede tener síntomas como problemas en la memoria a corto plazo o sutiles cambios en el humor o en la personalidad (apatía, desgano, irritabilidad).
Disminuir el riesgo de Alzheimer
Todos podemos disminuir el riesgo de tener Alzheimer actuando sobre algunos factores de riesgo que son modificables.
Muchas investigaciones observaron que llevar un estilo de vida saludable puede disminuir el riesgo de contraer la enfermedad y, además, este estilo de vida también resulta favorable para cuidar el sistema cardiovascular.
- ¡Entrenar nuestro cerebro! Estimular el cerebro con ejercicios que desafíen nuestra cognición permite disminuir el riesgo de tener Alzheimer.
Al realizar tareas nuevas y desafiantes se producen redes neuronales que pueden ayudar a mantener la memoria, el lenguaje, la atención, etc. - Mantener una vida social activa. Se recomienda sostener relaciones sociales habituales con familiares o amigos como una parte muy importante en la construcción de una vida saludable. Generar espacios habituales de comunicación con otros nos protege del Alzheimer.
Por lo contrario, el aislamiento tiene efectos muy negativos sobre la salud cognitiva, además de favorecer otras enfermedades. - Alimentarse de manera saludable y variada. Una dieta rica en cereales, frutas, pescados, legumbres y vegetales podría protegernos del Alzheimer. Se debe evitar el exceso de alimentos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas, azúcar y/o sal.
- Cuidar la salud cardiovascular. El correcto funcionamiento de nuestro cerebro está en relación con tener un corazón sano. Se debe evitar el consumo de tabaco, tratar de mantener buenos niveles de presión arterial, glucemia, colesterol.
- Realizar actividad física es un aspecto esencial para un estilo de vida saludable. El ejercicio mejora múltiples aspectos tanto psíquicos como físicos y nos protege de muchas enfermedades.
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