Horacio Lores
Rev HPC ; :
LA PÁGINA DEL DIRECTOR
La palabra «caos», comprendiendo en ella un estado de confusión, desorden, pérdida del rumbo, predominio de la improvisación y falta de conducción, quizás sea la que mejor define la situación actual de la salud en la República Argentina.
El rol de conducción de los ministerios de salud (nacional y provinciales) se ha esfumado hasta casi desaparecer. La influencia de estos ministerios en las decisiones de los poderes ejecutivos es casi nula. ¿Alguien podría decir hoy con precisión quién establece en términos reales la política de salud y quién ejerce facultades regulatorias, más allá de lo que establecen los organigramas de la administración pública?. ¿Alguien asume hoy la responsabilidad de garantizar que la atención médica llegue a todos los habitantes y actuar en consecuencia?.
Los diferentes componentes del sector han quedado a merced de los actores del «mercado» (1) impulsado por la «globalización» o de las decisiones de instituciones con fines ajenos al cumplimiento del propósito de brindar servicios de salud al conjunto de la población.
Pero no son sólo los factores extrínsecos los que nos han arrastrado a esta penosa situación. Hay también una gran responsabilidad nacional. Los gobiernos de las dos últimas décadas claudicaron en el sostenimiento de obligaciones fundamentales, entre las que se encuentra la provisión de servicios de salud. No han sido capaces de evitar la fragmentación y pérdida del poder político del estado en materia de salud y de contrarrestar los efectos de un modelo generador de inequidad y exclusión aplicando soluciones inteligentes, políticas adecuadas a una realidad diferente y desarrollando servicios más eficientes.
Como consecuencia, hoy gran parte de la población carece de los servicios de salud indispensables. El hospital público es insuficiente para satisfacer una demanda desbordante y las organizaciones prestadoras privadas viven con gran desasosiego la graves amenazas que se ciernen sobre su futuro inmediato, sobreviviendo casi milagrosamente.
Mientras tanto, el Estado, entendido como cuerpo político nacional, sigue sin buscar soluciones adecuadas, mostrando una pasividad que ha alejado desde hace tiempo a la salud de las prioridades nacionales y de su jerarquización, como un componente imprescindible para el desarrollo del país.
Sin embargo, mantenemos el convencimiento de que es posible un cambio positivo. Creemos firmemente que la situación puede mejorarse. La moneda tiene otra cara con la contraparte de cada uno de los términos utilizados en el primer párrafo para definir el caos.
Para empezar a revertir esta grave situación es indispensable que el Estado reasuma su responsabilidad indelegable de definir una política adecuada a las circunstancias actuales y a los recursos disponibles, que produzca estrategias orientadas a la equidad, que elimine la corrupción con decisión, que genere con confianza espacios de participación y que promueva la articulación de los recursos de diferentes jurisdicciones políticas para evitar la existencia simultánea de superposiciones y carencias de servicios.
La «reforma» que se necesita en salud debe comenzar con una verdadera voluntad política transformadora, basada en el convencimiento de que no es imposible lograr un cambio cualitativo que optimice las respuestas a las necesidades en salud de la población y permita alcanzar resultados muy superiores con los mismos recursos que hoy se disponen.
Es obligación del Gobierno asumir el liderazgo de ese proceso con decisión, porque en nuestro país sigue siendo el principal responsable del funcionamiento de los servicios de salud.
Dr. Horacio Lores
Director del Hospital Privado de Comunidad
1. «El mercado podrá ser eficaz, pero nunca tendrá cerebro ni corazón».
Paul Samuelson. Premio Nobel de Economía
Julio 2001