Carlos A. Quinzio
Rev HPC ; :
En tiempos en que la salud atraviesa por una de las crisis más profundas, desde un puesto de conducción podríamos hacer diferentes análisis y uno de ellos sería evaluar cuál es la situación de nuestro Hospital dentro de ese contexto.
Me ha parecido más interesante no analizar a la Institución desde terminologías como gestión, organigramas ni planificación estratégica, sino desde las crisis que como consecuencia de la situación general del país, comprenden a mi entender a los tres pilares de nuestra profesión: el paciente, la enfermedad y el médico; y así, sobre éste último me ha parecido importante recordar las siguientes reflexiones, que no son de mi autoría, pero continúan vigentes a pesar de los siglos y que reflejan que el médico tiene un alma que también debe ser analizada y cuidada en los contextos "macros" porque es también un ser humano.
CONSEJOS DE ESCULAPIO A SU HIJO QUE QUIERE SER MÉDICO
"¿Quieres ser médico, hijo mío? Aspiración es esta de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia. ¿deseas que los hombres te tengan como un Dios que alivia sus males y ahuyenta de ellos el espanto? ¿Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a tu vida privada: mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, al terminar sus tareas, alejarse lejos de los importunios; tu puerta quedará siempre abierta a todos, a toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás horas que dedicar a tu familia, a la amistad o al estudio; ya no te pertenecerás.
Los pobres, acostumbrados a padecer, no te llamarán sino en casos de urgencia; pero los ricos te tratarán como esclavo encargado de remediar sus excesos: sea por que tengan una indigestión, sea porque estén acatarrados, harán que te despierten a toda prisa tan pronto como sientan la menor inquietud, pues estiman en muchísimo su persona. Habrás de mostrar interés por los detalles más vulgares de su existencia, decidir si han de comer ternera o cordero, si han de andar de tal o cual modo cuando pasean. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni estar enfermo; tendrás que estar listo para acudir tan pronto como te llame tu amo.
Eras severo en la elección de tus amigos; buscabas la sociedad de los hombres de talento, de artistas de almas delicadas: en adelante no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia, a los despreciables. El malhechor tendrá tanto derecho a tu asistencia como el hombre honrado: prolongarás vidas nefastas y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo.
Tienes fe en tu trabajo para conquistarte una reputación: ten presente que te juzgarán, no por tu ciencia, sino por las casualidades del destino, por el corte de tu capa, por la apariencia de tu casa, por el número de tus criados, por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clienta. Los habrá que desconfiarán de ti si no gastas barba, otros si no vienes de Asia, otros, si crees en los dioses; otros si no crees en ellos.
Te gusta la sencillez; habrás de adoptar la actitud de un augur. Eres activo, sabes lo que vale el tiempo: no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar relatos que arranquen del principio de los tiempos para explicarte un cólico; ociosos te consultarán por el solo placer de charlar. Serás un vertedero de sus disgustos, de sus mínimas vanidades.
Sientes pasión por la verdad, ya no podrás decirla. Tendrás que ocultar a algunos la gravedad de su mal; a otros, su insignificancia, pues les molestaría. Habrás de ocultar secretos que posees, consentir en parecer burlado, ignorante cómplice.
Aunque la Medicina es una ciencia oscura a quienes los esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder todo crédito. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo irá a charlatanes que venden la mentira que necesitan. No cuentes con agradecimiento; cuando el enfermo sana, la curación es debida a su robustez; si muere, tú eres el que lo ha matado.
Mientras está en peligro te trata como un dios, te suplica, te promete te colma de halagos; no bien está en convalecencia, ya le estorbas, y cuando se trata de pagar los cuidados que le has prodigado, se enfada y te denigra.
Cuanto más egoísta son los hombres, más solicitud exigen de parte del médico. Cuanto más codiciosos ellos, más desinteresado ha de ser él, y los mismos que se burlan de los dioses les confieren el sacerdocio para interesarlo al culto de su sacra persona. La ciudad confía en él para que remedie los daños que ella causa.
No cuentes con que ese oficio tan penoso te haga rico, te lo he dicho; es un sacerdocio, y no sería prudente que produjera ganancias como las que tiene un aceitero o el que vende lana.
Te compadezco si sientes afán por la belleza: verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana, todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído sobre el sudor de pechos sucios, respirar el olor de míseras viviendas, los perfumes harto subidos de las cortesanas, palpar tumores, curar llagas verdes de pus, fijar tu mirada y tu olfato en inmundicias, meter el dedo en muchos sitios. Cuántas veces en un día hermoso lleno de sol y perfumado, o bien al salir del teatro de una pieza de Sófocles, te llamarán para ver a un hombre, que, molestado por sus dolores de vientre, pondrá ante tus ojos un bacín nauseabundo, diciéndote satisfecho: "Gracias a que he tenido la precaución de no tirarlo". Recuerda entonces, que habrá que parecer que te interesa mucho aquella deyección.
Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre se desvanecerá para ti. Las verás por la mañana desgreñadas, desencajadas, desprovistas de sus bellos colores y olvidando sobre los muebles parte de sus atractivos. Cesarán de ser diosas para convertirse es pobres seres afligidos de miserias sin gracia. Sentirás por ellas más compasión que deseo.
Tu vida transcurrirá como a la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes; la raza humana es un Prometeo desgarrado por los buitres.
Te verás solo en tu tristeza, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos, que se hacen sorda guerra por interés o por orgullo.
Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas. Piensa si estás a tiempo; pero si, indiferente a la fortuna, a los placeres de la juventud, si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido sin ilusiones, si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que sonríe porque ya no padece o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino.... entonces ¡Hazte médico hijo mío!"
Dr. Carlos A. Quinzio
Director del Hospital Privado de Comunidad