La Fundación Médica de Mar del Plata y el Hospital Privado de Comunidad frente al desafío de la posmodernidad

Ricardo A. Paz

Rev HPC ; :


Revisando viejos escritos, encontré éste, redactado por el Dr. Ricardo Paz, en ocasión de una de las recurrentes crisis asistenciales. Corría el año 1997 (o 1998?) y se estaban formando «redes» que operaban a nivel nacional, con diversos niveles de prestaciones, y con respaldos financieros aparentemente sólidos. Como tantas cosas, quedaban en la nada. No obstante creo válido conocer las reflexiones del Dr. Paz, que tienen una gran actualidad, pese (o gracias) a la falta de redes.

La Redacción


Abreu clasifica a los médicos en dos grupos: los estudiosos y los que, como charlatanes, tienen la virtud de curar (1).

Si el "posmodernismo" se caracteriza por el abandono de valores tradicionales, el culto a la tecnología y el hedonismo, la medicina argentina está ingresando a la "new age" con un entusiasmo digno de mejor causa.
No es indispensable entrar en la "red" (2) para enterarnos sobre la mercantilización de la medicina ni de lo que se ha llamado su desmedicalización. Por absurdo que parezca, los médicos estamos cediendo el ámbito de la medicina a gerenciadores no médicos que ven al "noble arte" (3) como un negocio, a los pacientes como clientes y a la salud como una mercancía. La finalidad de un negocio es el lucro y la de los médicos el cuidado de pacientes; de allí la incompatibilidad que debería existir entre ambas actividades. Las diferentes disciplinas vinculadas con las ciencias médicas son la mano de obra indispensable requerida por los empresarios. Que esa mano de obra sea cada vez más barata se lo debemos a una prolongada política universitaria irracional y demagógica. Los empresarios están en lo suyo y la universidad, pregonando lo contrario, jugó a la mano de ellos.
Algunos de los efectos producidos por la visión comercial de la medicina, facilitada por la proletarización de la clase médica, están a la vista. Bastan algunos ejemplos como la competencia desleal y la pérdida de valores éticos, el deterioro de las relaciones entre médicos y pacientes, la proliferación de juicios por mala praxis, y, en suma, el olvido del juramento hipocrático.
Frente a esto, como integrantes de una organización médica con una estructura única en la Argentina y con un sustento jurídico cada vez más consolidado, cabe preguntarnos si seguiremos al rebaño posmoderno perdiendo la identidad de nuestra organización, o si aceptaremos el desafío de mantenernos fieles a los principios fundacionales como lo hicimos durante años. Si esta última fuera la opción elegida ¿Cuál será el mejor camino a seguir para lograrlo?
Sin la ingenuidad ni la arrogancia de ofrecer una respuesta fácil para resolver un problema complejo, la propuesta sería la de estrechar filas como en otras épocas en las que la Fundación Médica se mentuvo de pie en un medio adverso. Que exista un amplio intercambio de ideas para perfeccionar muchas de las cosas buenas que tenemos sin cambiar lo fundamental y sin olvidar que la calidad de nuestra organización siempre va a depender de la calidad de los que la integren y de lo identificados que se sientan con e sistema que eligieron para trabajar. Este aspecto es de la mayor importancia y se relaciona con la selección de aspirantes a ingresar al plantel profesional y más aún con la selección de médicos fundadores. Si valoráramos más el hecho de formar parte de un modelo asistencial original y único en el país, que ya se ha ganado un merecido reconocimiento en la Argentina, tal vez no descuidaríamos tanto este aspecto.
Es evidente que nuestro sistema es más atractivo para algunos que para otros. Los primeros aspiran a incorporarse a él, entre otras razones, porque les atrae la modalidad de trabajo con tiempo completo y dedicación exclusiva, valoración igualitaria de las distintas especialidades, residencias médicas, percepción de honorarios a partir de un fonfo común, etc. Sin poner en duda las buenas intenciones de los segundos, creo que cometen el error de querer cambiar algunas de estas cosas. Quizá, cuando ingresaron, lo hicieron más que por conocimiento y afinidad con la modalidad descripta, porque para ellos era una buena salida laboral.
Como conclusión propondría que todos, en la medida de nuestras posibilidades, participaemos activamente en el mejoramiento de lo que tenemos. Hay muchos aspectos en los que podemos hacerlo sin cambiar las bases esenciales de la organización, que nos diferencian tanto del hospital público como de las clínicas y sanatorios privados o pertenecientes a obras sociales. Convendría alentar más el intercambio de ideas y la presentación de proyectos bien elaborados. Habría que desalentar la creencia de que es posible percibir buenos honorarios sin esfuerzo. Esa idea no es nada solidaria y lo que es peor, pone en peligro a todo el sistema. Todos podemos contribuir a que las personas que desean encomendarnos el cuidado de su salud y la de sus familias, lo hagan por percibir el interés vocacional de nuestros profesionales y, si no me equivoco, los honorarios mejorarán por añadidura.

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1. Adolfo Boiy Casares. Historias Desaforadas (El camino de Indias). EMECE, Bs. As. 1982.
2. Las comillas valen porque red en castellano es net o web (Nota del autor).
3. Las comillas valen porque en el posmodernosmo el arte y la nobleza son antiguallas felizmente deleteadas (Nota del autor).