La prevención del daño renal en pandemia es fundamental. Las personas que se han recuperado del Covid-19 tienen un mayor riesgo de sufrir daño renal, incluso si sólo experimentaron síntomas leves a moderados y no fueron ingresadas en el hospital, según fue demostrado por un estudio publicado en la prestigiosa revista de la especialidad (Journal of the American Society of Nephrology).
A su vez, el COVID-19 afecta a la población, en formas de mayor gravedad, a personas que padecen alguna enfermedad de base, incluidas aquellas que padecen de insuficiencia renal. Por estos motivos, los controles médicos clínicos posteriores a la infección por COVID-19 deben incluir la atención y el cuidado de la enfermedad renal aguda y crónica.
Prevención del daño renal
La enfermedad renal generalmente es silenciosa y sus manifestaciones clínicas son más evidentes en una fase avanzada. Existen factores asociados que agravan la situación del paciente y no suelen ser reconocidos rápidamente, entre ellos el uso inadecuado de antiinflamatorios y la deshidratación.
Por estos motivos, la detección y prevención del daño renal crónico en forma precoz es fundamental para evitar la progresión de la enfermedad.
A su vez, en diferentes estudios efectuados en pacientes con factores de riesgo cardiovascular, indican que la insuficiencia renal es un factor de riesgo independiente, que impacta negativamente en la morbimortalidad tanto como los niveles elevados de colesterol o las dislipidemias.
En Argentina hay más de 5.000 personas en espera de un trasplante de riñón y aproximadamente 25.000 pacientes en diálisis.
Probablemente muchos de ellos no habrían llegado a esa condición, si se hubieran controlado su función renal cuando el deterioro aún se desarrollaba sigilosamente (incluso evitando el trasplante o la diálisis). Pero aunque un sencillo análisis de sangre y orina permiten hacer una primera evaluación de cómo están trabajando los riñones, frecuentemente son subestimados hasta que la disfunción ya está avanzada.
¿Por qué es tan importante la prevención?
Los riñones son filtros de exquisita precisión. Reciben la sangre bombeada por el corazón y eliminan las sustancias tóxicas. Además, generan un ajuste minuto a minuto de la composición de la sangre para mantener continuamente el medio interno que el cuerpo humano necesita para su correcto funcionamiento.
De este modo, los riñones eliminan lo que sobra por la orina y reabsorben lo que falta en una adaptación permanente para preservar el correcto funcionamiento celular.
La creatinina se produce normalmente en el músculo y se elimina solamente por los riñones. Entonces, hay una tasa habitual de producción y otra de eliminación.
Cuando disminuye la eliminación de creatinina porque el riñón filtra mal, su nivel en la sangre empieza a subir y, aunque en sí misma no es tóxica, indica que estamos en presencia de un estado tóxico, que es la insuficiencia renal. Este es un muy buen marcador para comenzar a evaluar el estado de la función renal porque es muy fácil de medir con análisis clínicos.
La disfunción renal genera un estrés oxidativo en el organismo, cuya consecuencia es una suerte de arteriosclerosis acelerada, generada por un daño endotelial que produce un envejecimiento vascular, lo cual conduce a una evolución negativa de los pacientes.
Entonces, ¿cómo cuidamos nuestros riñones?
- Incorporar al menos 30 minutos diarios de actividad física a nuestra rutina.
- Controlar los niveles de glucosa en sangre (la diabetes es una de las principales causas de insuficiencia renal).
- Monitorear la presión arterial. El objetivo se adapta en la consulta médica de acuerdo a cada paciente, pero en general se recomienda valores por debajo de 130/80 mmHg.
- Es importante comer de manera saludable y mantener un peso adecuado.
- Cocinar sin sal, evitar colocar el salero en la mesa, reemplazarla por perejil, albahaca, pimienta, romero y otros condimentos.
- Elegir alimentos con bajo contenido en sodio (fiambres, embutidos, aderezos, comidas rápidas, alimentos procesados, etc.).
- Consumir por día 3 frutas y 2 porciones de verduras de todo tipo y color, preferentemente crudas.
- Incorporar 2 o más veces por semana pescados y otras carnes blancas y en menor proporción carnes rojas. La porción diaria se representa aproximadamente como el tamaño de la palma de la mano y siempre se recomienda efectuar seguimiento nutricional.
- Tomar, como mínimo, dos litros de agua por día.
- Elegir espacios libres de humo de tabaco y evitar este consumo. Fumar es un hábito perjudicial para la salud.
- La automedicación no es un buen hábito. Evitar el consumo de antiinflamatorios (como el Ibuprofeno y el Diclofenac), antibióticos y suplementos con proteínas o creatina sin la consulta al equipo de salud.
- Realizar como mínimo un control de salud por año, teniendo en cuenta los factores de riesgo y los antecedentes familiares de enfermedad renal.
- Realizar los controles clínicos necesarios posterior a contraer la infección por COVID-19. En aquellos pacientes que presentaban patología renal previa, realizar valoración nefrológica para minimizar el impacto en el deterioro de la función renal.
Nuestro objetivo en el Servicio de Nefrología del HPC es brindar información para contribuir a la concientización sobre diversos temas vinculados al cuidado de su salud renal.